Marta Borruel

Afortunadamente, un síndrome muy contagioso

Me encanta el comentario: ¿Y tú que les ves exactamente.a las redes sociales? ¿Por qué te gustan tanto? Y me encanta porque de puro simple, encierra una complejidad sin limites. Es como cuando un niño cuestiona ¿por qué nacemos ? Una pregunta de apariencia tan sencilla te puede hacer caer en una espiral filosófica y social que nos lleve, como a San Virila, toda una vida de reflexión y ensimismamiento para no llegar, encima, a ninguna conclusión.

Pues como decía, con las redes sociales me pasa lo mismo. Porque cuando me dicen  ¿Y tú que les ves? Me tengo que remontar casi al sentido social del ser humano, a nuestros antepasados expresándose en las cavernas de Altamira, para decir: nada especial, sólo que considero que son herramientas que han venido a ayudarnos a expresarnos, comunicarnos, y, por ende, a relacionarnos mejor.

Ahí es nada. Y es que en el fondo, creo firmemente que aunque nos ayuden a vender más y mejor, a posicionarnos más arriba o más abajo, a tener más o menos fans o seguidores o a ser más o menos populares, en el fondo a loque nos ayudan es a relacionarnos.

Y descubro su verdadera dimensión precisamente cuando son utilizadas para un fin social. Su potencial es entonces ilimitado.

Hace muchos años, cuando yo era una niña, vivía cerca de mi casa una familia que tuvo una niña con síndrome de Down. Lo primero que hizo esa familia fue ocultarla. Rara, rarísima vez salía a la calle y la niña fue creciendo oculta y ajena a la maledicencia de los demás (como suponían sus padres), pero también al cariño, la comprensión, el afecto y la amabilidad que otras personas, la gran mayoría, le habríamos dado. Restringieron su red social a los más allegados, que eran los únicos que podían hablar con ella.

Unos años después, y en el mismo vecindario, nació otro niño, también con síndrome de Down, pero en una familia que veía la vida de otra manera. Lejos de ocultarlo, le enseñaron a Pablo a vivir como los demás. Siempre se relacionó con  los demás niños y disfrutó, sufrió, creció y compartió con los demás las diferentes etapas de la vida. Su red social ha sido siempre más amplia que la de cualquiera y su nivel de posicionamiento y popularidad, de los más altos que he visto en la vida.

A Pablo su red social, como a todos los demás, le ayudó a ser feliz. Todos necesitamos a los demás. Y para muchas personas que por lo que sea tienen menos oportunidades de relacionarse físicamente con la gente, las redes sociales vienen a tender un sólido puente entre ellos y los demás.

Tengo un amigo que ha tenido hace pocos años una preciosa niña síndrome de Down. Y él ha utilizado las redes sociales, la web 2.0, de una manera excepcional.

Gracias a Iñigo hemos sabido mucho más acerca de cómo vive una familia la llegada de un niño con una discapacidad, nos hemos emocionado con su reacción la primera vez que vio a su «chinita2, hemos sonreído con sus logros y victorias, nos hemos preocupado con sus enfermedades y hemos aprendido mas sobre síndrome de Down y discapacidad de lo que hubiéramos logrado leyendo sobre la materia durante meses.

Pero sobre todo Iñigo, y también Mariano, nos han enseñado que a veces tenemos el foco puesto en lo secundario en vez de en lo importante, nos han recordado que la alegría de vivir es un sentimiento muy superior a la fustracion o al pesimismo, y nos han devuelto las ganas de luchar unidos y colaborar juntos en proyectos que merecen la pena.

A todo ese concepto lo han llamado Síndrome Up, del que ya formamos parte mucha gente, y lo ha intentado focalizar en la consecución de un objetivo: celebrar en Pamplona un Congreso importante que ayude a las familias que tienen un niño con discapacidad a darle la bienvenida, a vivirlo con alegría y a recordarle las cosas importantes de la vida, aquellas que de puro sencillas, son las mas fascinantes en su complejidad.

La financiación de ese Congreso, saldrá, en parte, gracias a una gala que tendrá lugar el próximo viernes 27 de mayo en Pamplona y que contará con actuaciones, premios, música, sorpresas, y sobre todo, redes sociales, que no son otra cosa que disfrutar de nuestros amigos y compartir con ellos nuestros proyectos. Algo que Iñigo Alli sabe hacer extraordinariamente bien.

Yo voy a la gala, por supuesto. Y todos los que queráis, podéis hacerlo, sacando vuestra entrada aquí.

Merece la pena trabajar unidos por proyectos como este y colaborar con iniciativas así, que vienen a recordarnos que los seres humanos somos más felices cuando hacemos cosas unidos, cuando les contamos a los demás nuestros proyectos y cuando luchamos juntos por un objetivo.

Y volviendo al principio, por eso precisaente me gustan tanto las redes sociales,porque nos ayudan a conseguir todo esto. Nada más. Y nada menos.