Marta Borruel

El ardor de la sangre

ardorLa elegancia de Irene Némirovsky

La vida de Irene Némirovsky fue una novela. La desgracia es que la mayoría de sus páginas no fueron escritas por ella. Hija de una acaudalada familia rusa, la familia se instaló en Francia tras la revolución bolchevique. En París estudió Letras en la Universidad de La Sorbona y comenzó a escribir con 18 años. Poco a poco fue cimentando su carrera y se convirtió en una escritora de prestigio hasta que, algunos años después, la gendarmería francesa le colocó la estrella amarilla, por ser judía, y le prohibió publicar. A pesar de todo siguió escribiendo hasta que en el año 1942 la internaron en el campo de Pithiviers, de donde sería deportada rápidamente al campo de concentración de Auschwitz en el que murió de tifus poco después. Su marido, que tras la detención de su mujer comenzó a realizar numerosas gestiones para liberarla, también fue deportado al mismo campo y asesinado en la cámara de gas a los pocos días de llegar. Las dos hijas del matrimonio quedaron a cargo de unos amigos de la familia que velaron por ellas y guardaron la maleta que su madre les había dejado. Dentro estaban los manuscritos originales de «Suite Francesa», publicada en 2004 y ganadora del premio Redaunot a título pósutmo; una obra de arte que narra, precisamente, la ocupación alemana de Francia y la imparable ascensión de los nazis en la sociedad francesa y europea de la época.

Pero además estaban algunos capítulos de otra obra «El ardor de la sangre» que figuaraba inconclusa. Por casualidad las hijas descubrieron, muchos años después, que los capítulos que faltaban se los había dejado a su antiguo editor. Juntos trabajaron en la recomposición de esta novela que vio la luz en el año 2007.

El ardor de la sangre
Hay algunas obras que se convierten en clásicas en el mismo momento en que son escritas. Y ésta es una de ellas. La elegancia de sus pasajes, el caracter intimista y recogido de sus descripciones, la exposición de los sentimientos, eternos y permanentes a lo largo de los siglos, convierten a El ardor de la sangre en una obra inmortal. El ambiente cerrado y desconfiado de los pueblos de la campiña francesa es idéntico al que muchas veces he respirado en mi propio pueblo más de cien años después. En esa atmósfera un narrador ¿imparcial? observa el deslizarse de la vida cotidiana tranquila y sin sobresaltos. Pero algo, un accidente casual, perturba la paz de esa comarca; la superficie de hielo se rompe y descubrimos «el ardor de la sangre». No todos los personajes son lo que parecen y no todos los convencionalismos están tan arraigados como creemos. Para Némirovsky, casi nadie está a salvo de la pasión y de la juventud.
La novela cuenta con párrafos excepcionales y en muchas ocasiones su prosa es pura poesía.