Marta Borruel

Bella Italia – Venecia de ensueño

Como este blog no es ni pretende ser una guía de viajes, no intentéis encontrar en este entrada un listado detallado de todo lo que se puede hacer. Seguramente hay muchos más sitios que ver, muchos más museos que visitar, mejores restaurantes, mejores hoteles, etc, etc, pero lo que yo he vivido durante esos días en la ciudad de los canales ha sido tan entrañable y mágico, que os lo recomiendo vivamente.

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Venecia nos acogió envuelta en bruma. La niebla aumentaba la sensación de silencio y el frío era tan intenso que vació las calles dejándolas como una ciudad fantasma. Así fue mi primera e impactante visión de esta bellísima ciudad. Me pareció haber retrocedido siglos atrás, cuando sólo se oían los graznidos de las gaviotas y las campanas de las iglesias y basílicas que salpican toda la isla.

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Pasear por sus calles, contemplar sus palacios, imaginar su esplendor pasado, adivinar la vida entre sus canales, es un auténtico placer.

Por resumir, en mi opinión, hay nueve cosas que ver/hacer obligatoriamente en Venecia:


1. Sobrecogerse en Santa María de la Salute

Erigida en el siglo XVII para celebrar el final de la epidemia de peste que eliminó a gran parte de la población de la Región del Véneto, es una de las iglesias más emblemáticas de la ciudad, reconocida por su enorme cúpula. La peste fue devastadora en toda Europa, pero en esta zona, especialmente espeluznante. Según algunos historiadores se acumulaban tal cantidad de cadáveres y de enfermos moribundos, que decidieron trasladarlos en barcos a Poveglia. En las muchas tiendas de máscaras que pueden encontrarse en la ciudad de Venecia, siempre hay una muy típica terminada en pico. Una máscara que no corresponde a ninguno de los personajes propios del carnaval veneciano, como Pierrot, Colombina, Arlequín o Polichinela. Esa máscara representa a “Il Dottore della peste” o “El doctor de la peste», una profesión que surgió en el medievo en Venecia para atender a todos los que enfermaban de peste bubónica o peste negra. Estos médicos llevaban un abrigo hasta los tobillos, gafas, sombrero, guantes y una vara para apartar a los enfermos que se acercaban demasiado por miedo a que le contagiaran. Y además, cubrían su cara con esta máscara en forma de pico que rellenaban con plantas aromáticas para disimular el hedor de la muerte y la enfermedad.

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 2. Enmudecer en la Piazza San Marcos

Hace honor a su fama de «Salón más bello de Europa» (Napoleón dixit) y desde luego es el sitio idóneo, o por lo menos uno de ellos, para sufrir un auténtico síndrome de Stendhal.

La realidad es que parece imposible que pueda existir tanta belleza. En esta plaza compiten para llamar la atención del visitante embelesado: la basílica de San Marcos, el Campanile, el Palacio Ducal y las Torres de San Marco y San Teodoro.

La basílica es espectacular. Cuanto más la contemplas, más matices descubres. La entrada al interior es gratuita pero no dejan acceder con mochila por lo que hay que pasar antes por una consigna gratuita situada en la Calle San Basso, en el lateral izquierdo de la basílica. El interior es de un dorado refulgente y destaca, sobre todo, la tumba de San Marcos, en el altar mayor, y la Pala de Oro, un retablo de oro y piedras preciosas elaborado por orfebres de la Edad Media.

Al Campanile no subimos porque, como podéis observar en las fotografías, había muchísima niebla, pero es digno de admirar, solemne y elegante en mitad de la plaza.

El Palacio Ducal es coqueto y armonioso. Es uno de los símbolos de Venecia y no puedes dejar de contemprarlo sin imaginar a Casanova escapando por sus tejados.

Y las Columnas de San Marco y San Teodoro que se alzan a la entrada de la plaza, junto al Gran Canal, impresionan desde que te enteras de que fueron erigidas en granito en 1172 en el lugar en el que se celebraban las ejecuciones públicas.

Tuvimos ocasión de comprobar cómo la piazza se inundaba por «acqua alta» pero las pasarales, que ya estaban preparadas, fueron inmediatamente colocadas para que pudiéramos continuar paseando por su suelo pavimentado sin mojarnos.


 3. Recorrer el Gran Canal en vaporetto

El Gran Canal es, como su propio nombre indica, el más largo de los canales de Venecia. La ciudad está construida sobre un archipiélago de 118 pequeñas islas unidas entre sí por 455 puentes. La única manera de llegar a Venecia desde tierra firme es atravesando el Puente de la Libertad, que desde la vecina ciudad de Mestre accede hasta Piazzale Roma. En el interior de la ciudad no hay tráfico rodado de ningún tipo y sólo se puede transitar a pie o por los canales (en vaporetto, góndola, tragheto…).

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Merece la pena recorrer en vaporetto los cuatro kilómetros del Gran Canal observando, en sus 45 minutos largos de recorrido) la majestuosidad y elegante decadencia de los palacios, casas señoriales, iglesias, ect situadas a ambas orillas.

El Gran Canal cuenta además con cuatro grandes puentes:

  • El puente de Rialto, el más antiguo de Venecia. Tuvimos la mala suerte de verlo en obras y tapado por una lona gigante de la marca Diesel cuyo propietario, Renzo Rosso, ha donado cinco millones de euros para ayudar a costear un proyecto complejísimo de restauración.
  • El Puente de la Academia: de madera y situado al lado de la Galería de la Academia, una de las pinacotecas más importantes del mundo
  • Puente de los Descalzos: También llamado Puente de la Estación.
  • Puente de la Constitución: Diseñado por el español Santiago Calatrava generó una enorme polémica por su elevado coste, su retraso en la ejecución y su estética moderna que rompe con el estilo de las construcciones venecianas.

 

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Puente de la Academia

 


4. Cruzar a San Giorgio Maggiore

Para visitar la enorme iglesia ubicada casi en frente de la Piazza San Marcos. Merece la pena subir al campanile porque la altura es similar a la del Campanile de San Marcos, la subida se realiza en ascensor y tiene muchísimas menos colas. Nosotros estuvimos el 6 de enero y no había nadie. Hicimos la visita a la iglesia y la subida al campanile completamente solos. Un verdadero lujo.


5. Admirar Santa María dei Frari

Su fachada exterior, sencilla y un tanto anodina, esconde un interior deslumbrante y majestuoso. Pero la verdadera luz, la proporcina una pintura, la Asunción, de Tiziano, que cuelga sobre el altar Mayor. Impresionante e imprescindible.

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7. Visitar Murano (aunque no vayas a comprar cristal)

Es la isla más grande de Venecia y merece la pena una visita. Está llena de boutiques con piezas de artesanía en cristal, muchas de ellas auténticas obras de arte. Allí está también el Museo del Cristal y la Basílica de Santa María y San Donato, una de las más antiguas de la laguna.


8. Callejear

No me extraña que digan que a Venecia hay que ir por lo menos una vez en la vida. Es extraordinariamente placentero pasear por sus calles/canales, admirar sus edificios, contemplar sus obras de arte, imaginar la vida a la orilla de una inmensa laguna… Enero es un mes muy frío en Venecia, pero a cambio, la pudimos disfrutar casi sin turismo. Sin colas, sin agobios. Es una ciudad orgullosa de su antiguo esplendor y magnífica en todos los sentidos. No hay que perderse el mercado de Rialto, las tiendas de máscaras, los gondoleros, los comercios de especias, los puentes, el canareggio o guetto judío (que cuenta con cinco sinagogas y el museo hebraico)… En fin las posibilidades son infinitas y tantas como visitantes.


9. Y por supuesto comer

Qué decir de la gastronomía italiana… Como veis, una auténtico festival.

 

Os dejo tres restaurantes recomendables:

Rossopomodoro. Muy buena relación calidad-precio. Local muy grande.

Da Stefano. Comida local. Sencillo pero de buena calidad. Bien de precio.

Colors. Pizzeria en Campalto (muy cerca del Puente de la Libertad y del Hotel Marco Polo, donde nos alojamos). Pizzas enormes y baratísimas. No son las mejores de Italia pero sientan bien después de una durísima jornada de caminata en Venecia.

(El Hotel Marco Polo está muy bien de precio y en una ubicación excelente. Sin embargo, la habitación familiar es bastante justa y el baño bastante antiguo. El desayuno es correcto y el trato del personal amable).