Marta Borruel

Bella Italia, Bérgamo medieval

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Bérgamo nos sorprendió porque, a diferencia de Milán, Verona o Venecia, casi no teníamos referencias sobre ella. Y resulta que es una ciudad preciosa, con un gran encanto y un profundo espíritu medieval.

Llegamos en coche desde Venecia y nos alojamos en un bed&breaksfast muy recomendable: Bella Italia, bastante bien ubicado, con una habitación familiar amplia y un baño enorme, conexión wifi perfecta, limpieza y servicio impecable y buenísima relación calidad-precio.

La ciudad está dividida en dos niveles: la ciudad alta y la ciudad baja.

La ciudad alta está rodeada por la muralla Véneta y conserva el adoquín en las calles, el aspecto del medievo, la atmósfera de historia… Y la ciudad baja, más moderna y funcional (y mucho menos hermosa) cuenta con amplias calles, negocios y tráfico.

Ambas zonas están comunicadas por un funicular.

Nosotros decidimos acercarnos a la ciudad alta en coche, pero tuvimos que dejarlo «extramuros» porque el tráfico rodado dentro de la antigua ciudad está muy restringido y sólo se permite el acceso de residentes.

Aún así, merece la pena iniciar la ascensión (porque la ciudad está sobre una colina) andando por las oscuras y (en nuestro caso y dadas las fechas en las que viajamos) solitarias callejuelas.

El corazón de la ciudad es la Piazza Vecchia, una denominación más que adecuada para una plaza a la que Le Corbusier calificó como «la más bella de Europa». Aquí está el Palazzo del Podesta, el Palazzo del Comune, el Palazzo della Ragione y la Torre Cívica. Y en el centro, la exquisita fuente de los leones.

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Alzándose majestuosa hacia el cielo, la Torre Cívica  recuerda cada noche a las diez en punto el antiguo toque de queda, cuando se cerraban las puertas de la muralla y ya no se podía entrar ni salir hasta el día siguiente. El «campanone», como se le conoce popularmente, suena nada menos que cien veces.

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La Basílica de Santa María Maggiore está considerada el monumento principal de Bérgamo (por delante incluso del Duomo). El exterior, bastante sobrio, no permite adivinar siquiera la impresionante majestuosidad del interior, recubierto de tapices, pinturas, esculturas, frescos, vidrieras, etc, etc. El compositor Donizzetti está enterrado en esta basílica en la que, además de la cúpula y los techos, es destacable el confesionario, ricamente tallado en madera.

Justo al lado se encuentra también el Duomo, dedicado al patrón de la ciudad, San Alejandro de Bérgamo, y la Capilla Colleoni.

Lo cierto es que nos quedamos con ganas de pasar más tiempo en Bérgamo porque, además, también aquí la gastronomía es extraordinaria.

Nosotros comimos en Caffe del Tasso, uno de los establecimientos más antiguos de Italia y que en la actualidad es una vinoteca muy recomendable. Por supuesto tomamos los Casonsèi de la bergamasca, que son unos raviolis rellenos de carne, miga de pan, frutas, quesos, pasas…  Exquisitos. Pero de Bérgamo no te puedes marchar sin probar algún dulce, y en mi caso no pude sucumbir a un maravilloso tiramisú.